Inteligencia Límite en niños: qué es y cómo puede identificarse

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Entre los niños en edad escolar que pueden presentar dificultades en el aprendizaje se encuentran aquellos que conviven con lo que se denomina Inteligencia Límite. Pero, ¿a qué se refiere exactamente este término? Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera dentro de la normalidad un cociente intelectual situado entre 85 y 115, las personas con Inteligencia Límite o Funcionamiento Intelectual Límite se caracterizan por tener un CI entre 70 y 85.

Así lo recoge en su página web el Grupo Inteligencia Límite – formado por las entidades Aexpainba, la Fundación Magdalena Moriche y el Centro Especial de Empleo ILOS Multiservicio- que explica que para considerar que una persona tiene inteligencia límite, ésta debe presentar déficit en la capacidad adaptativa en, al menos, dos de las siguientes áreas: comunicación, cuidado personal, vida doméstica, habilidades sociales e interpersonales, utilización de recursos comunitarios, autocontrol, habilidades académicas, trabajo, ocio, salud y seguridad. Además, dichas dificultades deben manifestarse antes de los 18 años

La entidad señala que las características generales de las personas con Inteligencia Límite son similares al colectivo de personas con Discapacidad Intelectual Ligera (donde el CI se sitúa entre el 55 y el 70), diferenciándose únicamente en la intensidad de los apoyos que precisan para obtener un buen grado de autonomía en las actividades de la vida diaria.

Muchos niños con altas capacidades aprenden a leer y escribir de forma autodidacta entre los tres y cuatro años.

Sin embargo, lejos de generalizar, también insiste en que “las personas con inteligencia límite son tan diferentes entre sí como las que no presentan este tipo de limitación” y asegura que “a pesar de las dificultades con las que se enfrentan a lo largo de toda su vida, si reciben los apoyos adecuados, pueden alcanzar el pleno desarrollo de sus capacidades”.

“La Inteligencia Límite no es un ningún tipo de trastorno ni una enfermedad mental. Es una forma de funcionamiento intelectual que tiene que ver con la capacidad cognitiva, con dificultades en el aprendizaje y con el modo en el que se procesa la información. Depende tanto de la persona como de las barreras y dificultades que se presente el entorno en el que se desarrolla”, añade.

¿Cómo se detecta durante la edad escolar? Según el texto del Protocolo de actuación para las diferencias de aprendizaje elaborado por la Fundación Ricardo Fisas Natura Bissé estos son los principales rasgos que llaman la atención en un niño con Inteligencia Límite:

A nivel general

– Desfase entre su edad cronológica y sus capacidades (cognitivas, sociales, afectivas…).

– A partir de la adolescencia, se hace más evidente la disonancia de capacidades e intereses con personas de la misma edad.

– Falta de iniciativa y limitada capacidad para resolver situaciones cotidianas que requieren aplicar la lógica o el razonamiento.

– Poca flexibilidad cognitiva que les impide adaptarse con éxito a situaciones novedosas.

– Dificultad en la toma de decisiones y en la resolución de conflictos.

– Dificultades en psicomotricidad (principalmente en psicomotricidad fina).

A nivel intelectual

– Proceso de aprendizaje lento, que necesita más apoyo y más tiempo que sus grupos de referencia. El nivel de aprendizajes alcanzado viene marcado por su propio cociente intelectual.

– Déficit en la comprensión de dimensiones abstractas.

– Dificultades para organizarse, ubicarse. Necesitan mecanizar, repetir la operación y aprenderla siguiendo un modelo previo.

– Con repetición pueden adquirir aprendizajes mecánicos, pero tienen más dificultades en aprendizajes abstractos.

– Dificultades en el desarrollo del lenguaje (por ejemplo: vocabulario específico, frases o textos complejos, identificación de la información relevante…).

– Dificultades en la gestión del dinero: en la devolución del cambio y en comprender su valor.

– Dificultades en la organización, gestión y planificación del espacio-tiempo.

– Buen nivel de memoria episódica (hechos personales) y semántica (aprendizajes memorísticos).

La dislexia no tiene cura, aunque afecta a un 10% de la población mundial.

A nivel social

– Déficit de habilidades sociales por falta de comprensión de las sutilezas del contexto social (por ejemplo: ironías, sentido figurado, interpretación del lenguaje no verbal…)

– Dificultades en las relaciones afectivas: relacionarse con las demás personas, hacer amigos y conservarlos.

– Dificultades en la asunción de algunas responsabilidades consideradas propias de su edad: hábitos personales de higiene, autonomía y organización.

– Falta de iniciativa e improvisación fuera de sus hábitos.

– Dificultad en la organización del tiempo libre.

A nivel psicológico

– Vulnerabilidad emocional.

– Baja autoestima.

– Baja tolerancia al fracaso y la frustración.

– Más probabilidad de presentar cuadros de ansiedad y/o depresión, miedos…

– Inseguridad.

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