Hola,
Este es un excelente artículo que he encontrado sobre la Quemar Grasas Rápidamente Así ataca un ictus, según tres pacientes: «Me desperté por la noche y no podía moverme ni andar»
Aquí lo tenéis y espero que os guste:
Cada año, 110.000 personas sufren un ictus en España, según datos de la Sociedad Española de Neurología. De ellas, casi la mitad fallecen o quedan con secuelas incapacitantes. De hecho, actualmente se calcula que hay unas 330.000 personas en nuestro país con alguna diversidad funcional derivada de un accidente cerebrovascular. Con el objetivo de concienciar sobre este problema, este sábado se celebra el Día Mundial del Ictus.
Ataca de manera imprevista, a veces sin ningún tipo de señal previa. Cuando aparece, lo que tardamos en reconocerlo y actuar puede marcar la diferencia. Y, cuando pasa lo peor, cada paciente tiene que afrontar desafíos diferentes en el camino de recuperación.
«Perdía la visión»
«Yo estaba en un banco. Había ido a sacar dinero y allí empecé a encontrarme mal», narra a 20minutos María Rosa, de 72 años. «Perdía la visión. No llegué a desmayarme, pero caso caí al suelo. Me recogieron, y me llevaron al hospital. Me dijeron que tenía una isquemia», añade.
Este episodio, recuerda, tuvo lugar en el año 2014. Por aquel entonces, María Rosa no había padecido ningún problema cardiovascular que pudiera haber servido de preámbulo al ictus, y en su familia nadie había sufrido esta afección (eso sí, aclara, dos hermanos suyos habían sufrido infartos de miocardio previamente).
En 2016 llegó el segundo. «Estaba en una conferencia. Estaba hablando y las imágenes se me quedaron fijas. Se me iban, me venían… y empecé a encontrarme mal. No llegué a perder el conocimiento tampoco y me llevaron al hospital; me hicieron una serie de pruebas y entonces sí que comentaron que era un ictus».
«Tenía un dolor de cabeza terrible y estaba algo mareado»
Juan Manuel, de 60 años actualmente, lo sufrió mucho más joven, sin haber tenido ningún antecedente de accidente cardiovascular: «Tenía 39 años. Era ferroviario de Renfe, y estaba haciéndome cargo de una obra en Valencia. Estaba bajo mucho estrés».
«Era un mes de junio, y hacía mucho calor. Empezaron a darme mareos, pero lo achaqué a una pequeña insolación por no llevar gorra; simplemente me compré una garrafa de agua, bebí y me mojé la cabeza y seguí trabajando», prosigue. «A la hora de comer me encontraba mal y decidí irme a casa. Simplemente tenía un dolor de cabeza terrible y estaba algo mareado», cuenta.
«Me eché en el sillón y estuve así el resto del día, levantándome solo para ir al baño porque estaba bastante desorientado. Iba apoyándome en las paredes, como si me hubiera bebido una botella de whisky entera, perdiendo el equilibrio. Mi mujer me llevó a urgencias porque pensaba que no era normal; allí me hicieron pruebas, me pusieron un collarín y me dieron pastillas para el mareo porque decían que eran vértigos».
«Al final, me dieron el alta, me pusieron en una silla de ruedas y me mandaron a casa en un taxi. A la noche siguiente me desperté y no podía hablar ni moverme», explica.
«Ya a partir de ahí hay cosas que se me escapan. Me acuerdo de ir a la ambulancia y poco más», sentencia. Tal y como señala, Juan Manuel sufrió varios ictus seguidos, aunque en el momento no lo apreciase; los primeros constituyen lo que se conoce como ataques isquémicos transitorios, que se solucionan por sí solos en poco tiempo.
«Mi hija me vio con la boca torcida
María, de 79 años, cuenta que hace cuatro años en su casa se quedó completamente paralizada: «Me iba de viaje ese día. Me levanté para irme a la peluquería ese día y me vi que no podía caminar. En ese momento llegó mi hija a casa, me vio que tenía la boca torcida y que no hablaba bien. Llamó a la ambulancia».
«Lo que sentía es que no podía caminar, iba apoyándome en las paredes del pasillo porque no tenía estabilidad. Me senté en una mecedora porque veía que me iba a caer y fue cuando llegó mi hija». Como Juan Manuel y María Rosa, tampoco había tenido ningún incidente cardiovascular previo. «Afortunadamente se pilló muy a tiempo», afirma.
«A día de hoy me valgo por mí misma»
Una vez que la persona que ha sufrido el ictus está fuera de peligro letal, comienza un proceso de recuperación que es diferente en función de las circunstancias concretas de cada paciente.
María Rosa, por ejemplo, guarda pocos recuerdos de los detalles, pero sí cuenta que primero pasó por un hospital de día: «De ahí salí en silla de ruedas. Y luego me fui recuperando a base de hacer muchos ejercicios en centros públicos y privados».
«A día de hoy me valgo por mi misma», comenta. «Dejé la silla, luego anduve con un andador, y ahora uso un bastón, porque no tengo mucha seguridad conmigo misma».
En la actualidad, refleja, «lo que más me ha quedado afectado es la memoria y la incontinencia urinaria. Tampoco tengo mucha estabilidad. Tenía que venir alguien de mi familia conmigo al médico, porque no recordaba bien las cosas y luego olvidaba lo que me decía el médico».
«Tuve que ‘mendigar’ rehabilitación»
«A los 30 días me mandaron a casa», retoma por su lado Juan Manuel. «A los 15 o 30 días de estar en casa, venía la ambulancia y me llevaba 45 minutos escasos al hospital a hacer rehabilitación. Cuando me fueron a dar el alta, mi cabeza funcionaba perfectamente y ya había recuperado el habla. Pero me negué a que me dijeran que lo que quedaba eran mis secuelas: estaba sentado en una silla de ruedas y no podía mover la parte izquierda», explica.
«Lo único que conseguí es que en el informe me trataran como una ‘persona problemática’. La cuestión es que una vez salí de ahí nos movimos y conseguimos ‘mendigar’ rehabilitación», se lamenta.
Haciendo ejercicio solo, Juan Manuel fue movilizando las partes del cuerpo en las que había perdido más movilidad y, así, pudo ir recuperando la autonomía. «O sea, que era mentira que las secuelas fueran para toda la vida».
«Hoy sigo yendo a un gimnasio especializado y he incluido también la natación; trabajo con una fisioterapeuta y trabajo movimientos que he tenido que volver a aprender. No puedo correr, no puedo jugar al fútbol… He aprendido a vivir con esta enfermedad y sé cuáles son mis limitaciones. El enfado que tengo con el ictus por lo que me ha pasado me ha hecho más beligerante contra la enfermedad». En la actualidad, Juan Manuel preside la Asociación de Afectados de Ictus de la Comunidad Valenciana.
«Querer es poder, y yo quiero y puedo»
El mismo ímpetu que demuestran María Rosa y Juan Manuel lo ejemplifica María, que explica que recuperarse supuso «mucho esfuerzo y sacrificio físico y mental».
«Fui al logopeda, porque no podía hablar y no podía comer. Hay productos que aún no puedo comer igual, pero he aceptado esa limitación y no dejo que me afecten las cosas», afirma.
«Sigo yendo con muleta por la calle, aunque en casa me manejo sin ella. Necesito ayuda para subir escalones o para levantarme de la silla. Es buscarse la forma, aunque afortunadamente yo tengo tres hijos y están muy al tanto de mí, e infinitas amistades…», expone. «Soy muy positiva, no me hundo; querer es poder, y yo quiero y puedo», concluye.