Qué es y cómo se trata la megalofobia, el miedo a los objetos enormes

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Los objetos de gran tamaño siempre han suscitado un cierto sentimiento sobrecogedor en los seres humanos; una constante que se observa en los grandes monumentos de la antigüedad y en las admiraciones artísticas románticas de las montañas, los valles o el océano. Sin embargo, cuando estas sensaciones alcanzan dimensiones patológicas, pueden constituir un trastorno: la megalofobia.

¿Qué es la megalofobia y cuáles son sus síntomas?

Las fobias son un tipo de trastorno de ansiedad caracterizado por un miedo intenso, desproporcionado e irracional ante ciertos seres, objetos o situaciones concretos. Como criterios clínicos definitorios, tienen que incluir un importante incremento de la activación vegetativa (taquicardia, sudoración, vasoconstricción periférica, enrojecimiento, palidez, malestar estomacal, sequedad de la boca…), el desencadenamiento de conductas de escape o evitación, la anticipación de consecuencias y los pensamientos de daño. Por tanto, la megalofobia se daría cuando este trastorno se manifiesta ante espacios u objetos de gran tamaño.

Más específicamente, hay que señalar que este miedo no aparece ante objetos con un tamaño mayor de lo normal, sino a objetos que por su propia naturaleza sean de gran tamaño (aviones, rascacielos, montañas, animales grandes…).

Fotograma de Los Renglones Torcidos de Dios en el que aparece Ignacio Urquieta, que padece hidrofobia.

El problema puede llegar a ser tan intenso que las personas que lo padecen pueden incluso evitar viajar en aviones, sentir miedo al pasar junto a camiones en la carretera, faltar al trabajo, retirarse  a vivir al medio rural…

¿Se puede tratar?

El tratamiento de las fobias, afortunadamente, ha sido ampliamente estudiado y en la actualidad disponemos de enfoques contrastados con un amplio recorrido.

Por ejemplo, el profesional puede optar por la terapia conductual, basada en técnicas como el entrenamiento en relajación o ejercicios de respiración. Una de las estrategias más eficaces dentro de este enfoque consiste en la terapia por exposición, en la que se confronta al paciente de manera gradual con el objeto de su fobia.

Un síntoma característico de la rabia, en los perros y otras especies, es la salivación profusa.

Otra posibilidad es la terapia cognitiva, basada en el diálogo entre terapeuta y paciente para que éste pueda identificar los pensamientos irracionales, analizarlos y reemplazarlos por una perspectiva racional y más adaptativa.

Finalmente, en ciertos casos este tipo de terapias pueden combinarse con enfoques farmacológicos, destinados sobre todo al manejo de los síntomas para evitar el impacto negativo del trastorno en la vida diaria. Con todo, esta no es la vía más empleada ni la preferente en el abordaje de las fobias.

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