¿Qué es y por qué se produce la intolerancia a la fructosa?

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Las personas que padecen intolerancias alimentarias saben bien hasta que punto pueden condicionar la vida: al fin y al cabo, obligan a vigilar estrechamente la composición de todos los alimentos. Una intolerancia común es la que provoca el síndrome de malabsorción de fructosa.

¿Qué es y cuáles son sus causas?

Síndrome de malabsorción de fructosa es el nombre que recibe actualmente lo que tradicionalmente se ha llamado intolerancia alimentaria a la fructosa. En esencia, consiste en una alteración de la absorción normal de la fructosa, debido a una deficiencia en las células del intestino delgado.

Los lácteos son grandes aliados para los huesos, ayudan a controlar la presión arterial y son muy saludables, por lo que son bienvenidos en cualquier dieta diaria. Tanto quesos, como leche o yogures son muy recomendables.

Es, por tanto, diferente de la fructosemia; un trastorno hereditario potencialmente letal en el que existe un defecto en la enzima hepática que degrada la fructosa.

El síndrome de malabsorción de fructosa puede estar provocado por muchos motivos diferentes, como son las enfermedades inflamatorias o infecciosas del intestino delgado (gastroenteritis, enfermedad inflamatoria intestinal, enteritis por radiación, celiaquía…). En función de su causa, puede ser permanente o transitoria.

¿Cuáles son sus síntomas?

La intolerancia alimentaria a la fructosa provoque que esta sustancia pase en exceso al intestino grueso, donde la microbiota la descompone y forma principalmente agua, ácidos y gas.

Huevos.

Por ello, su principal sintomatología es la clásica en los problemas gastrointestinales: diarreas, náuseas, vómitos, distensión abdominal, flatulencias, dolor abdominal y malestar general.

¿Cómo se trata?

La principal intervención sobre la malabsorción dela fructosa suele consistir en la adopción de una dieta apropiada, con cantidades bajas o moderadas de fructosa, en función de las características del paciente.

Por otra parte, cuando la causa del problema sea otra patología (como una infección o un problema inflamatorio que afecte al intestino delgado), tratar la enfermedad de base suele lograr la remisión del síndrome.

Los productos de temporada siempre son la mejor opción, ya que resultan más baratos y están en su momento ideal para consumirlos. En verano, frutas como el melón, la sandía o el melocotón y verduras como el calabacín, la berenjena y el pepino, son perfectos.

Finalmente, se puede administrar al paciente la enzima xilosa isomerasa, que cumple un papel en el procesamiento de ciertos tipos de azúcar, y se ha observado que la ingestión simultánea de glucosa junto a la fructosa mejora la absorción, llegando a prevenir la aparición de síntomas. Por ello, las frutas que contienen altas cantidades de glucosa suelen ser mejor toleradas que aquellas que no.

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